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Los 300 pueblos creados durante la dictadura de Franco y consecuencias

18 diciembre 2023
Los 300 pueblos creados durante la dictadura de Franco

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Los 300 pueblos creados durante la dictadura de Franco y consecuencias

Descubre cómo Francisco Franco creó más de 300 pueblos durante su dictadura en España. Conoce los detalles de este proyecto de colonización y las repercusiones actuales.

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El Instituto Nacional de Colonización coordinó la vida de 60.000 familias en sus nuevos hogares.

Los 300 pueblos creados durante la dictadura de Franco
Vista general de Vegaviana (Cáceres, 1954) de José Luis Fernández del Amo. Kindel. Legado Fernández del Amo. Archivo Histórico COAM

El régimen franquista llevó a cabo un proyecto ambicioso durante la dictadura de Francisco Franco: la creación de 300 pueblos con el objetivo de repoblar zonas agrarias y convertirlas en plantaciones de regadío, con una población campesina autosuficiente. Esta iniciativa, coordinada por el Instituto Nacional de Colonización, supuso el mayor desplazamiento humano en la Península Ibérica en el siglo XX.

El Instituto Nacional de Colonización y la nueva política agraria franquista

El 18 de octubre de 1939 se creó el Instituto Nacional de Colonización (INC), dependiente del Ministerio de Agricultura, con la finalidad de organizar la nueva política agraria del régimen franquista. Esta estrategia continuó la reforma agraria que había sido iniciada durante la Segunda República, pero en lugar de redistribuir la tierra, el régimen optó por una política de colonización.

El objetivo era resolver los problemas económicos y sociales dejados por la guerra. Los famosos embalses formaban parte de esta reforma agraria, que transformó áreas de secano en plantaciones de regadío. Además de su objetivo de recuperación económica, este sistema beneficiaba a los grandes propietarios que habían apoyado el golpe de Estado de 1936.

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Entre 1940 y 1970, la dictadura creó más de 300 pueblos repartidos por 27 provincias, principalmente en Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha. Alrededor de 60.000 familias fueron trasladadas a estas nuevas localidades, donde recibieron un lote de tierra y se convirtieron en propietarios de casas y terrenos de regadío de la noche a la mañana.

El sistema de colonización y sus requisitos

Sin embargo, esta oportunidad venía con un precio. A las familias se les asignaba un lote que incluía un carro con aperos, algún animal de tiro, una vaca, una parcela para cultivar la tierra y una casa que debían pagar en un plazo de cuarenta años. Una parte de las ganancias de las familias (aproximadamente un tercio) iba a parar al Estado. El Instituto Nacional de Colonización ejercía un control estricto sobre los colonos, quienes debían cumplir con las directrices de cómo trabajar la tierra. En cada pueblo, había al menos un mayoral que supervisaba y tutelaba a los colonos. Por encima del mayoral se encontraba la figura del perito, quien se reportaba a un ingeniero agrónomo. Aquellos que no cumplían las órdenes del Instituto Nacional de Colonización eran reemplazados por otras familias.

Ejemplo: (Granadilla) en Cáceres

Resulta esencial reconocer y comprender el profundo y duradero impacto que la propaganda fascista ha tenido a lo largo de los años, un daño que sigue resonando hasta nuestros días. Esta propaganda ha sembrado confusión entre muchas personas, distorsionando la realidad y manipulando la percepción pública. Un ejemplo particularmente notorio de esta distorsión es la narrativa relacionada con lo que se otorgó a los colonos durante esa época.

Frecuentemente se ha malinterpretado o simplificado en exceso esta situación

Frecuentemente se ha malinterpretado o simplificado en exceso esta situación, haciéndola parecer como si los colonos hubieran recibido tierras y viviendas como un regalo sin contraprestaciones. No obstante, la verdad es mucho más compleja y, en muchos casos, bastante sombría. Un caso emblemático de esto es lo sucedido en Granadilla. Aquí, los residentes no solo perdieron sus hogares originales, sino que también se vieron obligados a abandonar sus comunidades y trasladarse a nuevas áreas. Estas reubicaciones forzadas no siempre conducían a una mejora en su calidad de vida. Por el contrario, a menudo se encontraban con casas inacabadas, estructuras que carecían de las comodidades básicas y que no estaban preparadas para ser habitadas de manera inmediata.

Además, las tierras que se les asignaban frecuentemente eran de escasa productividad, lo que dificultaba enormemente su capacidad para cultivar alimentos o desarrollar una economía sostenible. A pesar de estas adversidades, se esperaba que los colonos pagaran por estas tierras y viviendas, una carga financiera que se extendía a lo largo de sus vidas. Desafortunadamente, no todos lograron sobrellevar esta carga, y algunos incluso fallecieron poco después, no pudiendo soportar las duras condiciones o las consecuencias de la reubicación forzada.

Este episodio en la historia es un claro recordatorio de cómo la propaganda y la manipulación política pueden tener efectos devastadores en la vida de las personas, alterando no solo su presente sino también legando un legado de dificultades y sufrimiento que perdura a través de las generaciones.

El proceso de selección de los colonos

En teoría, los colonos eran seleccionados por sorteo. Sin embargo, el régimen franquista no dejaba nada al azar. Se daba preferencia a las familias numerosas, ya que se buscaba recuperar demográficamente algunas zonas, especialmente aquellas con hijos varones, quienes eran considerados la mano de obra adecuada para el campo en ese momento. Si el Instituto Nacional de Colonización descubrir que alguien tenía vínculos con el bando perdedor, quedaba descartado.

La construcción de los 300 pueblos

Uno de los aspectos más interesantes de este proceso fue la elección de jóvenes arquitectos, artistas, diseñadores y otros profesionales afines a la causa que recientemente habían obtenido su licenciatura. Estos jóvenes novatos llevaron a cabo una tarea descomunal, acorde a la megalomanía del dictador. Sin embargo, muchos de ellos se convertirían en destacados nombres del siglo XX español en los campos del arte y la urbanismo.

El Instituto Nacional de Colonización estableció un ideario común para todos los proyectos, bajo la supervisión de José Tamés, el jefe del INC. Se inspiraron en el modelo del Agro Pontino italiano, un sistema similar implementado por el régimen fascista de Mussolini, así como en los kibutz, comunas agrícolas en Israel.

Los pueblos fueron construidos desde cero. Los encargados de dar forma a estas colonias prestaron atención a cada detalle. Se desarrolló un urbanismo integral, que incluía la arquitectura, las necesidades sociales y los servicios como la escuela y la iglesia. En muchos casos, estos artífices fueron verdaderos visionarios adelantados a su tiempo.

Obras censuradas por la iglesia

Algunos pueblos se ubicaron cerca de los cauces de los grandes ríos del sur del país, donde se aprovecharon los embalses para el riego de los cultivos. La estructura de estos pueblos seguía un orden cuadriculado y simétrico, similar a las urbanizaciones que se construyen hoy en día en las afueras de las ciudades. Los niños se confundían de casa durante los primeros días, ya que todas eran iguales, las plazas se repetían y las calles presentaban fachadas idénticas.

Sin embargo, a pesar de esta ordenación racionalista, se podían encontrar elementos surrealistas en algunas fuentes, como las de Bazana (Badajoz), así como soluciones constructivas y artísticas empleadas en iglesias que chocaban con los ideales de la época. Se diseñaron retablos, vidrieras, pinturas y esculturas por parte de jóvenes licenciados que, como suele ocurrir con cada nueva generación, rompieron con la estética previa.

En algunos casos, los obispos se negaron a bendecir estas obras que desafiaban las normas establecidas. Por ejemplo, en Villalba de Calatrava (Ciudad Real), el obispo se negó a bendecir el retablo obra de Pablo Serrano. Sin embargo, María Teresa Eguibar, una escultora encargada de realizar diversas imágenes de la Virgen María y otras santas para las iglesias de estos pueblos, tuvo éxito en su trabajo. Algunos sacerdotes consideraron que estas esculturas eran demasiado provocativas. En este sentido, el artículo «Artistas infiltrados. Rojos, ateos y abstractos en los pueblos de Franco», escrito por Enriqueta Antolín, ofrece una visión interesante sobre este tema.

Las repercusiones actuales

Desde 2007, la Ley de Memoria Histórica prohíbe la existencia de «menciones conmemorativas de exaltación de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura». Desde entonces, la mayoría de estos pueblos han experimentado cambios de nombre, adaptaciones y debates sobre si se debe o no reemplazar el nombre tradicional (pero franquista) del pueblo y muchas de sus calles. Localidades como Queipo de Llano (Sevilla), Águeda del Caudillo (Salamanca), Llanos del Caudillo (Ciudad Real) o Villafranco del Guadalquivir, ahora conocida como Isla Mayor en Sevilla, han pasado o están pasando por estas circunstancias.

Algunos pueblos han seguido creciendo, otros se han despoblado y aquellos que todavía albergan población tienen una historia única en cada una de sus casas.

Fuente* Muy Interesante

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